FAMILIAS, CUIDADO Y DESIGUALDAD
La pandemia significó la suspensión de la actividad presencial en instituciones educativas y de cuidado infantil, la reducción de ayuda de familiares que no viven en el hogar y también del cuidado remunerado en el hogar. Por eso la demanda de cuidados infantiles se concentró en la familia. Pero las desigualdades, que ya existían desde antes, se tradujeron en desiguales condiciones y posibilidades de las familias para hacer frente a esta situación.
En el quintil 1 (la población de menores ingresos) se encuentra la mayoría de los niños, niñas y adolescentes. Allí el 46% son familias nucleares con hijxs, o bien hogares extendidos u hogares monoparentales.
En el quintil 5, de mayores ingresos, se concentran en cambio los hogares sin demanda de cuidado infantil. La mayoría son hogares unipersonales o de parejas sin hijxs.
13 de noviembre de 2020
En el quintil 1 se concentran además los hogares con vulnerabilidades específicas: en los monoparentales, la gran mayoría con jefatura femenina, en pandemia la mujer debió asumir sola la mayor carga de cuidado y, en muchos casos, garantizar también la seguridad económica del hogar. Los hogares extendidos, si bien cuentan con más adultxs para cuidar, tienen mayores riesgos epidemiológicos.
La demanda de cuidado infantil depende además de la cantidad de hijxs y de sus edades. En el quintil 1, el 40% de los hogares tiene demanda alta y muy alta de cuidados.
En cuanto al trabajo remunerado, en los hogares de menores ingresos, está organizado en gran medida según el modelo patriarcal del hombre proveedor y la mujer que se dedica al cuidado no remunerado en el hogar. Si bien este modelo está en retroceso, en los quintiles 1 y 2 que concentran al 40% de menores ingresos, sigue siendo el más común. Por lo tanto están más expuestos a los riesgos del desempleo o la disminución del ingreso.
Con respecto al impacto de la pandemia y el aislamiento sobre los roles de género y el trabajo reproductivo no remunerado, se da una concentración y sobrecarga de tareas del hogar en manos femeninas. Las ¾ partes del trabajo no remunerado (cuidado de chicxs, limpieza, comida) las hacen las mujeres. Los hombres participan menos y se enfocan en tareas ligadas a la esfera económica, como hacer las compras, o el las recreativas, como jugar con lxs hijxs.
Se puede decir entonces que la cuarentena reforzó los roles de género preexistentes. Además, al reforzar la familiarización y feminización del cuidado, la pandemia nos sitúa ante el riesgo de retroceder en muchos de los avances que se han hecho hacia la autonomía económica femenina y profundizar desigualdades entre familias.
La concentración del cuidado infantil en hogares de menores ingresos indica que las políticas de cuidado pueden tener efectos progresivos en términos distributivos, además de los efectos positivos respecto a la igualdad de género.
Camila Arza fue quien expuso este informe, que fue realizado a partir de los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (INDEC, 2019) y de la encuesta realizada por Unicef en los meses de pandemia, que aporta indicadores sobre lo que sucede con los cuidados en los hogares con niños, niñas y adolescentes.